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Más de 1.300 millones de toneladas. Esa es la cantidad de alimentos que cada año se desperdician en el mundo. Una cifra que supone un tercio de la producción alimentaria mundial y que supone un gasto a todas luces totalmente innecesario. De los países que conforman la Unión Europea, España es el sexto país que más alimentos desperdiciados (cerca de 7,7 millones de toneladas cada año).
Un desperdicio que afecta sobre todo a las frutas y verduras y del que es responsable todo el mundo, pero sobre todo el consumidor (responsable del 42% de los desperdicios) y la industria alimentaria (un 39%). ¿Los motivos? La manera de almacenarlos, razones de mercado ligados a la oferta y la demanda y, también, por los estándares de calidad. Eso es en lo que quiero incidir en esta entrada.
Las frutas y verduras feas
En los países desarrollados una de las causas por la cuales se desperdician tantos vegetalesson los estándares de calidad. Según la legislación, nuestras verduras, tubérculos, frutas u hortalizas se clasifican en diferentes categorías (por ejemplo extra, primera, segunda, etc.) en función de algunos parámetros (color, tamaño, defectos, lesiones, etc.) que no siempre tienen que ver con el sabor y la calidad de estos productos.
Con estas clasificaciones, lo que muchas veces se consigue es que los establecimientos comerciales no compren las categorías inferiores y estos productos acaben en la basura. Y lo cierto es que no debemos culpar sólo al intermediario porque si no los compran es porque luego el consumidor tampoco quiere saber nada de ellos y lo que demanda es verduras y frutas con buen aspecto. ¿No te asombra ir a comprar y ver que todas manzanas o los calabacines son prácticamente iguales?
Un pequeño granito de arena
Como podéis ver en este video, una cadena de supermercados francesa, igual que han hecho otras, ha decidido poner su pequeño granito de arena vendiendo fruta y verdura “fea” un 30% más barata y anunciándola en sus establecimientos con curiosos y graciosos nombres como: “la grotesca manzana”, “la ridícula patata”, “la horrible naranja”, “el limón fallido”, “la berenjena desfigurada” o “la desafortunada clementina”.
Para sorpresa de todos las existencias se agotaron al poco de sacar los productos al mercado. ¿Por qué? Pues porque te puedes ahorrar unos euros al ir a comprar y la deformidad del producto no está ligado al sabor del mismo, cosa que hicieron notar a los clientes dándoles cremas y zumos hechos con estos alimentos. Así que, gracias a esto, el consumidor podía disfrutar, por menos, de un sabor igual que el de las bonitas frutas y verduras del resto del supermercado. Y es que ¡no todo es lo que parece!
Ya sé que esta no es la solución definitiva a este problema, pero cuando surgen iniciativas tan buenas como esta hay que aplaudirlas. Porque cada granito de arena cuenta.
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