-Usar alimentos de buena calidad, es decir, naturales y frescos. Los congelados pueden ser igual de buenos que los frescos, si se descongelan adecuadamente. Lo mejor es dejar que se descogelen lentamente en el frigorífico (no deben estar a temperatura ambiente más de dos horas), o en el microondas.
-Reducir el uso de platos precocinados, que suelen llevar más grasas, sal y aditivos artificiales que los preparados en casa. Además, no podemos conocer la calidad de sus materias primas.
-Cocinar con aceite de oliva, porque sus ácidos grasos tienen efectos beneficiosos para el sistema cardiovascular.
-Utilizar ajo y cebolla. El ajo es antiséptico y la cebolla ayuda a digerir las grasas de los alimentos.
-Usar la sal con moderación. No añadírsela a los alimentos que ya la contienen, ni ponerla por rutina en la mesa.
-Variar la cocción de los alimentos, alternando el vapor con la plancha, el horno, el hervido y la fritura.
-Aliñar con especias, en pequeñas cantidades. Potencian el sabor de los alimentos y los hacen más digeribles.
-Cambiar a menudo el aceite de freír (incluso el de la freidora). -Cuando las grasas se calientan varias veces a altas temperaturas se degradan y resultan perjudiciales para el organismo.
-Limitar el aporte de grasas reduciendo el consumo de: bollos industriales, mantequilla, margarina y carnes rojas. Nuestro sistema cardiovascular lo agradecerá.
-Emplear alimentos bien conservados. Prestar atención a las fechas de caducidad de los productos envasados.
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