Cerebro de un ratón con las neuronas implicadas en la creación de hábitos. KRISTEN ADEDUKE
Para lo bueno y para lo malo, los hábitos dejan una marca duradera en determinados circuitos cerebrales. Así lo sentencia una nueva investigación publicada esta semana en la revista Neuron. Según sus resultados, para alejarse de vicios como comer más dulces de los precisos cada día, hay que proponerse nuevas costumbres que sustituyan las que se quieren eliminar y... Es cuestión de tiempo. Dejará de suponer un esfuerzo para convertirse en una parte más de la rutina.
Ya lo decía el escritor Charles Dickens y otros muchos filósofos: "El hombre es un animal de costumbres". Una afirmación cuyas bases moleculares y biológicas se explican ahora en el trabajo que acaba de presentar un grupo de científicos de la Universidad Duke (Durham, Carolina del Norte, EEUU).
Para ello, ambos expertos trabajaron con ratones sanos. Les habituaron al azúcar a través de un proceso que implicaba presionar una palanca para recibir pequeñas cantidades de dulces. Los animales que se engancharon mantenían presionada la palanca incluso después de que se retiraran las golosinas. Los investigadores compararon entonces los cerebros de los ratones que habían adquirido la costumbre con los que no lo hicieron. Estudiaron la actividad eléctrica en los ganglios basales de ambos grupos. Se trata de "una compleja red de áreas cerebrales que controla las acciones motoras y los comportamientos compulsivos, incluyendo la adicción a las drogas", señalan los investigadores.
En palabras de Félix Viñuela, coordinador de la sección de Neuropsicología de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y coordinador de la Unidad de Deterioro Cognitivo del Hospital Virgen Macarena (Sevilla), desde el punto de vista neurológico y cognitivo, "existe un tipo de memoria, la del procedimiento (implicada en la acción de conducir o montar en bicicleta), que está inscrita en los ganglios basales. Estas estructuras están relacionadas con aspectos motores y la gestión adecuada del movimiento".
De la misma manera, la creación de hábitos motores (como comer dulce) se produce en esta zona cerebral, gracias o por culpa de circuitos neuronales denominados go y stop, que son los responsables del registro de las costumbres.El primero lleva la señal que impulsa la acción y el segundo, al revés.
Los experimentos realizados en Duke demostraron que tanto los mecanismos gocomo los stop estaban más activos en los ratones que consumían azúcar, algo que los científicos no esperaban encontrar, ya que tradicionalmente se había visto que los circuitos stop suponían un factor de ayuda para prevenir determinados comportamientos. El equipo también descubrió que en los ratones golosos se habían activado antes las señales go. Sin embargo, en los cerebros libres de hábito, la señal stop precedió al go. Hasta la fecha, "no se habían estudiado la señales go y stop a la vez y en el mismo cerebro", puntualizan los expertos.
Según los análisis moleculares, las conductas repetitivas se convierten en un hábito y quedan registradas de forma tan duradera en el cerebro que se podía determinar qué ratones habían formado un hábito con sólo mirar muestras aisladas de sus cerebros en una placa de Petri.
De la misma manera que un hábito repetitivo se graba en el cerebro y facilita obligaciones como la de madrugar, también se pueden cambiar vicios como el exceso consumo de azúcar por otro hábito más saludable. Se trata de crear un hábito cerebral opuesto, a modo de contraataque. Los investigadores de Dukecomprobaron esta teoría en los ratones adictos al azúcar. Con el objetivo de romper su adicción, a estos animalitos se les recompensaba sólo si dejaban de presionar la palanca que anteriormente les proporcionaba el dulce. "Los que lo consiguieron tenían células go más débiles", puntualiza Calakos.
Algún día, enfatiza Nicole Calakos, "podremos ser capaces de dirigir estos circuitos en las personas para ayudar a promover hábitos que queremos y desechar los que no queremos". No obstante, advierten los autores, aún tiene que estudiarse "cómo trasladar estos resultados a los humanos y sus malos hábitos, sobre todo porque además, los ganglios basales están implicados en una amplia gama de funciones, por lo que es difícil modificar su actividad con medicamentos".
Mientras tanto, Calakos y su equipo están estudiando lo que distingue a los hábitos aceptados de los problemáticos, como los que pueden observarse en el trastorno obsesivo-compulsivo.
Para el especialista español que comenta este trabajo, Viñuela, "se trata de un interesante estudio que muestra biológicamente la concreción de un hábito en el cerebro y demuestra, una vez más, la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de reestructurar nuestro cerebro".
http://www.elmundo.es/salud/2016/01/22/56a1266d46163f3d2c8b45af.html?utm_source=Base+de+Datos+de+Nutrinfo&utm_campaign=7471a01e74-Boletin_Febrero_2016&utm_medium=email&utm_term=0_be04ba01b0-7471a01e74-249195449
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